viernes, 26 de abril de 2013

La vela que titila


La luz de la vela, titila a cada movimiento de las agujas del reloj. El silencio se apodera de la sala, hasta que una mujer, con un estilo más que cuidado, se adentra sin tapujos en aquel lugar que le hace sentir como en casa.

Una luz iluminaba aquel pasillo, desde donde se escuchaba el pequeño murmullo de una conversación. Una conversación íntima, de cada uno de los asistentes a aquella pequeña reunión, donde se expresaron sin tapujos, sin miedos a ser escuchados, sin ningún rencor aparente.

Aquella pequeña sala que les daba intimidad, se convirtió en su paraíso particular y, fue así, como consiguieron esa paz que tanto deseaban.

Historias que vienen y van, que vuelan por encima de nosotros. Sueños que aparecen y desaparecen como por arte de magia sin dejar rastro. ¿Somos nosotros los únicos capaces de ver algo más allá de lo que creímos nunca imaginar?

Preguntas sin respuesta, respuestas que no necesitan preguntas. Vidas vacías y, a su vez, llenas de vida. Risas, llantos, colores que hacen que abramos los ojos con estupor o con vergüenza, sensaciones de todo tipo. Personas que nos hacen sentir, conocer y vivir un poco más aquello que denominamos vida.
Nadie sabe de dónde venimos, la mayoría sabemos dónde estamos, pero, ¿alguien sabe dónde vamos?

El futuro es incierto, pero el presente aún lo es más. Vivamos, es lo único que nos queda.

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