Indiferencia. Qué gran palabra.
Qué es mejor: ¿la indiferencia o la rabia? ¿Las palabras o los silencios? ¿El querer o el odiar? Aunque, pensandolo bien, ¿hay alguna de esas cosas que sean mejores que las otras? o ¿simplemente nos resignamos a sentir una u otra, o a actuar de una u otra manera?
Hay cosas que no podemos explicar, que nuestra razón no alcanza a descubrir. Mentiras y verdades que pueden herir tanto nuestro corazón que se convertiría en una taza rota en mil pedazos, pero que milagrosamente, con el tiempo, se vuelven a unir. Se unen con ligeras marcas y grietas que muestran un dolor pasado, pero todo vuelve a encajar una vez más. ¿Cuántas más hasta aprender lo que uno quiere?
¿Es en ese momento cuando nos damos cuenta de lo que sentimos, queremos, pensamos o hacemos? Quizá, ese sea el momento en el que te proteges sin importar a quien hieras o dejes en el camino, uno mismo solo quiere sanar su dolor, su propio dolor, sin pensar en nadie más. Quiere volver a unis las piezas de esa taza que un día se hizo pedazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario